miércoles, 28 de mayo de 2025

¿Quién es Nuestra Madre?

 

¿Quién es Nuestra Madre?
¿A donde debemos ir?
A sus brazos...







Intentaré explicar en pocas palabras y de forma sencilla, quién es nuestra madre. Nuestra Madre, es la madre de Dios, de nuestro señor Jesucristo. Ella nos amá y quiere que volvamos a ella. A los brazos de nuestra Madre, bajo sus alas y protección. Quiere que volvamos junto a Nuestro Padre Celestial y crezcamos hasta ser adultos y dignos hijos de recibir su herencia. Que evolucionemos desde niños de pecho hacia hombres fuertes y sabios. Que encontremos nuestro origen y seamos dignos hermanos de nuestro señor Jesús. Encontremos la paz y el camino hacia la vida eterna, y no nos perdamos.


Nuestra Madre - La primer creación de Dios:

Desde el principio Dios tomó de su esencia y creo un primer ser para que lo acompañe. Un ser tan perfecto como él. Y como dice Génesis 1:26
Entonces Elohim dijo: 'Hagamos a la humanidad a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;” 1:27 “Así que Elohim creó al hombre; a la imagen de Elohim lo creó; macho y hembra El los creó”. Es así como creo a su compañera, la cuál nosotros conocemos como “El espíritu consolador”, también como “Espíritu Santo”, y entre sus nombres encontramos el de “Esperanza”, que es una de las formas de nombrarla, pero no es su nombre verdadero, ya que en lenguaje angelical, sería para nosotros imposible nombrarla. Esa esencia divina la cual Dios creo a su primer ser, que era Dios y era como Dios, logró una conjunción al crear al “Verbo”, que es su primer hijo o “El primogénito”, nuestro señor y hermano mayor Jesús, nacido de la unión de la esencia femenina y masculina, de Dios Padre y Dios Madre. Formando así la triada de “Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo”. Es así como la madre utilizó su poder femenino para que María, madre de Jesús en la tierra, concibiera a Jesús en carne, pero puro con el espíritu santo posado sobre él. María siendo unos de los ángeles santos del Padre, tomo la tarea de encarnar en la tierra y fue bendecida para llevar en su vientre al señor, para luego darlo a luz y a conocerlo al mundo. La Madre es vida, y su tarea entre otras cosas es generar vida. Podemos llamarla también como “Madre Terrenal” o “Naturaleza”. Ella se encarga de dar vida a las criaturas, hacer crecer el pasto verde, e instruir a los ángeles para que hagan su labor tanto como climático, como sobre toda planta y criatura. De ella venimos y hacia ella vamos. Ya que nuestro cuerpo está formado de la misma tierra y nuestro deber es armonizar con ella durante el Día, y conectarnos cono nuestro Padre Celestial durante la noche.

Tanto la Madre Celestial como nuestro señor Jesús entre sus características podemos nombrar que “su aroma” huele como a flores, como por ejemplo: El jazmín. Así nos podemos dar cuenta cuando pasan cerca nuestro, o están en contacto con nosotros de forma espiritual, tanto ellos como sus ángeles fieles que los sirven, a diferencia de los “espíritus rebeldes del mal”, que huelen azufre y toman apariencia corpórea similar a una sombra.
Nuestra “Madre Terrenal” ordena a los ángeles y sus distintas jerarquías para que cada uno “ayude” en su laboral, en perfecta armonía, ordenando así los mundos que habitan los seres. Dando movimiento así a los espíritus de este y otros mundos. Por ejemplo, el Árcangel Uriel suele intervenir en los eventos volcánicos, pero eso no significa que no pueda realizar otra tarea distinta.
Nuestra Madre nos cuida y espera que conectemos con ella, el padre y nuestro señor Jesús, con el fin de que evolucionemos como seres y logremos volver a ellos, dejando así nuestra vida pecadora pasada atrás, hasta que podamos abandonar este planeta-carcel llamado “Tierra”, que no es otra cosa que “El Infierno”, o planeta donde van los seres que se han rebelado a Dios, durante el engaño de “Lucifer” y su rebelión de los cielos. En su soberbia, quiso ser como Dios y engaño a muchos seres, los cuales tenemos como meta volver hacia los brazos de nuestros padres. Los que nos dieron vida, en su misericordia esperan que volvamos, y así ser “verdaderos hijos de Dios”, bendecidos en gran forma. Jesús nos enseño los pasos a seguir para volver al Padre y como debemos alejarnos del pecado. Primeramente alimentandonos de forma adecuada, siendo que Dios nos provee de todo lo que necesitamos, sobre todo frutos y plantas que nos sirven en la mesa de Dios, para así alimentarnos con comida viva; comida que ha sido bendecida por Dios, donde los ángeles del padre intervienen y así ingerir alimento con nutrientes vivos, que no han tocado el fuego de la muerte, que destruye así los nutrientes. Así como nos dice en Génesis 1:29
"Entonces Elohim dijo: '¡Miren! Por toda la tierra Yo les doy como comida toda planta que lleve semilla y todo árbol con fruto que lleve semilla”. 1:30 “Y a todo animal salvaje de la tierra, y a las criaturas que vuelan en el cielo y a toda criatura que se arrastra en la tierra, en la cual hay el aliento de vida, les estoy dando como comida toda clase de planta verde.' Y así es como fue” (Ver también “Evangelio Apócrifo de Juan) https://es.wikipedia.org/wiki/Evangelio_ap%C3%B3crifo_de_Juan
(Ver también: “El libro de la paz de los Esenios” de Edmon Bordeaux Székely)
https://www.conocimientodesimismo.uno/2001-2/






Es necesario que lean esos libros para comprender mejor el significado del no consumir “carne” o comida “cocida sobre fuego”. También considero que hay que tomar lectura de “El pastor de Hermas”, “El evangelio de la sabiduría de San Valentino” y “El evangelio Cátaro de Pseudo-Juan”, para dar un paso más en el conocimiento sobre Nuestra Madre.

En nuestro proceso de conexión hacia la madre, debemos estar en contacto con la naturaleza, ver como funciona el crecimiento de los seres vivos. Conectarnos con plantas, árboles (que son nuestros hermanos desde la antigüedad), y la tierra misma. Cada ángel hijo de nuestra madre cumple un rol fundamental en nuestro planeta, cada uno según el ordenamiento de perfección. Entre nuestros hermanos, tenemos a el ángel del agua, al ángel del aire, al ángel de los rayos de la luz del sol, al ángel de la tierra, así como también ángeles del Padre Celestial, como ser: el ángel del amor, el de la sabiduría, el de la vida, el de la alegría, el de la bondad, y muchos tantos ángeles que hacen el labor según el mandato del padre, para que en su orden y armonía, lleven a cabo la voluntad de Nuestro Padre Celestial. Es por ello, que debemos tomar un tiempo y conectarnos con la madre, a solas y en un proceso parecido a la meditación, pero sin meditar… debemos conectarnos con Nuestra Madre y con el entorno natural, obviando los sentimientos y pensamientos, que pueden confundirnos, sino conectando nuestro espíritu con la vida misma, con Nuestra Madre y sus ángeles fieles, durante el día, y orando a Nuestro Padre Celestial, durante la noche. También orando hacia nuestro señor Jesús para que nos limpie de pecados; abogue por nosotros ante el Padre Celestial y que nos guíe en el camino hacia el Padre Celestial. No es un camino fácil y requiere de varios pasos a seguir, entre ellos varios ayunos que son bien explicados en “El Libro de la paz de los Esenios”, que va de forma progresiva, pero que con ayuda de Dios podremos lograr en nuestro camino hacia la evolución”.





Nuestra Madre nos ama, y así como el Padre Celestial y nuestro señor Jesús, espera nuestro regreso a nuestras raíces, a nuestro origen, que volvamos hacia ellos. Y en su inmensa misericordia espera por nosotros.
Nuestra Madre durante la época que Jesús tomó el trabajo de encarnar aquí en la tierra, siguiendo la voluntad del Padre, tomó un papel relevante en las mujeres que acompañaron a Jesús, como ser María, Tabita, María Magdalena, y demás mujeres que tuvieron al “Espíritu Santo”, posado sobre ellas, tanto como los apóstoles de Jesús, que lo recibieron, al partir Jesús, para así poder actuar nuestra madre, brindándoles la sabiduría espiritual, como el consuelo en la lucha por evangelizar a la humanidad.
Nuestra Madre, junto con el Padre Celestial y nuestro señor Jesús ha intentado comunicarse con el ser humano desde que éste cayo en pecado de muerte, a través de los engaños de Satanás, de enfermedades y muerte; pero el ser humano en su ingenuidad, otras veces por ignorancia y otras veces por rodearse de bestias, ha cometido pecado y se ha alejado así de sus verdaderos padres, llevando su existencia a un estado donde el azar y la mortandad continúan su camino. Donde los seres humanos han combatido a muerte unos con otros, olvidándose su origen y su objetivo principal de su existencia, que es volver con Dios y ser parte de la familia celestial, como hijos que somos. En este párrafo, vuelvo a hacer referencia al “Evangelio Apócrifo de Juan”, que en sabias palabras nos explica como el ser humano fue corrompido desde el principio y llevándolo a conductas salvajes e infrahumanos, donde fueron peleándose unos con otros hacia la muerte. Entonces, Moisés tuvo lástima por ellos, y en su misericordia les permitió comer carne de animales, pero éstos, a pesar de todo, siguieron no sólo matando animales y consumiendo alimento muerto, sino que también se llenaron las manos de sangre por sus pares humanos, matándose unos con otros, lamentablemente.

En otro tiempo, nuestros hermanos árboles eran nuestros hermanos y habitaban con nosotros, pero los humanos, por seguir sus malos pensamientos y pecados, han olvidado su origen, su historia y han perdido los hilos de su presente y de su futuro. No saben de donde vienen y hacia donde van; solo nacen y mueren en un círculo vicioso, que no es infinito, sino que cada vez que volvemos a nacer, perdemos una oportunidad de perdón de nuestros padres, hasta que finalmente el ser humano es condenado por la eternidad. Para evitar ello, no debemos perder ninguna oportunidad de misericordia que Dios nos da. No permitamos que por el pecado, perdamos nuestra memoria de nuestra vida pasada, y nuestra alma sea condenada al infierno atroz. En esos nuevos comienzos nuestros seres queridos irán cumpliendo distinto roles, de pasar de hijos a padres o esposos, nietos, sobrinos etc. Sólo que no lo recordarán.
Nuestro lugar, está con Dios. Hacia ahí debemos ir. Nuestro camino es volver y retomar el equilibrio perfecto que Dios ha puesto en su ordenamiento con todos los seres vivientes y en continua armonía. Es así que el mundo puede continuar. Respetando las leyes de Dios inscriptas en nuestros corazones, en nuestro espíritu. Y cuidar nuestro cuerpo, nuestro templo que nuestra madre nos dió para que lo cuidemos y conformemos un lugar digno de recibir al señor. Debemos mantener nuestro cuerpo limpio no sólo de malos pensamientos y pecados, sino libre de enfermedades e inmundicias. Para ello debemos alimentarnos de la mesa de Dios, con los frutos y plantas que el nos da. Así inmunizarnos naturalmente y conectarnos con el espíritu de Dios. Estar en comunión con Dios y su espíritu.
Debemos aprender, que menos es más. Necesitamos olvidarnos todo lo aprendido, todo lo social y cultural, las tradiciones y liberarnos. Necesitamos ser simples, humildes, honestos y guiarnos por lo que el espíritu dice, en nuestro profundidad, lejos de prejuicios, lejos del razonamiento humano, sino moviéndonos con la sabiduría de Dios. Ellos saben lo que es mejor para nosotros, y desde nuestro interior saben guiarnos si los escuchamos. Ya decía Jesús, que si alguien lo oye, el vendría y habitaría con nosotros y comería en nuestra mesa. Debemos ser lo más simple posible, humildes, sencillos pero no dejar de ser astutos para caer en el engaño de espíritus impíos, sino ser pacíficos, misericordiosos; con templanza, simpleza y amor. Debemos olvidarnos movernos según nuestros pensamientos o deseos carnales, incluso sentimientos, que pueden llegar a confundirnos. Debemos abrir nuestro corazón, nuestras mentes y nuestro espíritu hacia la voz de nuestros padres, de nuestro hermano mayor, y escucharlos lo que tienen para decirnos. Como por ejemplo, comer cuando nuestro espíritu nos diga que debemos comer, en armonía con el ángel del apetito, el ángel del agua y del aire. No cuando nuestros pensamientos nos motivan a comer, en horario ya pautados y específicos. Tampoco llenarnos demasiado de comida, porque Satanás estará ahí para influenciarnos y que sigamos alimentándonos, aún sin hambre ni sed. Debemos ser inteligentes y movernos con el espíritu. Abrir el oído a Dios, y escucharlo. El sabrá que es lo mejor para nuestro cuerpo, para nuestra vida. Y en su mesa, siempre estamos invitados. Por eso, Jesús siempre iba a un lugar apartado y oraba hacia el Padre Celestial. Y decía que el conocía al Padre y que de él salió y hacia él iba a volver. Que todo lo que aprendió, lo aprendió del mismo Padre, de su esencia. También la parábola que decía que el niño es criado por su madre, bebiendo de su pecho, pero cuando ya se hizo grande y fuerte, va hacia el padre, y hace lo que de él aprendió. También nosotros para evolucionar, debemos conectarnos primero con nuestra madre y luego cuando ya seamos adultos y hayamos aprendido sus leyes, ahí podremos volver hacia el Padre, y aprender también de el; sin dejar de pedir también la guía de nuestro santo señor Jesús, que es nuestro hermano mayor, y el primer hijo concebido por el Padre. Jesús es la verdad, el camino y la vida.
Llegará un tiempo en que Nuestra Madre, vendrá por nosotros y encarnará así como nuestro señor Jesucristo encarno en su tiempo hace más de 2000 años. Ella vendrá para buscarnos, para ayudarnos a evolucionar y volver junto al padre y nuestro hermano mayor, el santo de Dios, el Amen. Y esperar el regreso de su hijo, que vendrá con toda su gloria para gobernar la tierra, en la segunda venida. Y así seremos sus consiervos, sus hermanos e hijos, de nuestro Padre Celestial. Y nuestro señor gobernará junto a nosotros, en su templo sagrado.

Arrepintámonos de nuestros pecados…
Que los tres nos esperan...
¿Qué esperamos para volver junto a ellos?
Y en toda su misericordia, seremos perdonados!


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