¿Quién es Nuestra
Madre?
¿A donde debemos
ir?
A sus
brazos...
Intentaré explicar en pocas palabras y de forma sencilla, quién es nuestra madre. Nuestra Madre, es la madre de Dios, de nuestro señor Jesucristo. Ella nos amá y quiere que volvamos a ella. A los brazos de nuestra Madre, bajo sus alas y protección. Quiere que volvamos junto a Nuestro Padre Celestial y crezcamos hasta ser adultos y dignos hijos de recibir su herencia. Que evolucionemos desde niños de pecho hacia hombres fuertes y sabios. Que encontremos nuestro origen y seamos dignos hermanos de nuestro señor Jesús. Encontremos la paz y el camino hacia la vida eterna, y no nos perdamos.
Nuestra Madre - La primer creación de Dios:
Desde el principio Dios tomó de su esencia y creo un primer ser para que lo acompañe. Un ser tan perfecto como él. Y como dice Génesis 1:26 “Entonces Elohim dijo: 'Hagamos a la humanidad a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;” 1:27 “Así que Elohim creó al hombre; a la imagen de Elohim lo creó; macho y hembra El los creó”. Es así como creo a su compañera, la cuál nosotros conocemos como “El espíritu consolador”, también como “Espíritu Santo”, y entre sus nombres encontramos el de “Esperanza”, que es una de las formas de nombrarla, pero no es su nombre verdadero, ya que en lenguaje angelical, sería para nosotros imposible nombrarla. Esa esencia divina la cual Dios creo a su primer ser, que era Dios y era como Dios, logró una conjunción al crear al “Verbo”, que es su primer hijo o “El primogénito”, nuestro señor y hermano mayor Jesús, nacido de la unión de la esencia femenina y masculina, de Dios Padre y Dios Madre. Formando así la triada de “Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo”. Es así como la madre utilizó su poder femenino para que María, madre de Jesús en la tierra, concibiera a Jesús en carne, pero puro con el espíritu santo posado sobre él. María siendo unos de los ángeles santos del Padre, tomo la tarea de encarnar en la tierra y fue bendecida para llevar en su vientre al señor, para luego darlo a luz y a conocerlo al mundo. La Madre es vida, y su tarea entre otras cosas es generar vida. Podemos llamarla también como “Madre Terrenal” o “Naturaleza”. Ella se encarga de dar vida a las criaturas, hacer crecer el pasto verde, e instruir a los ángeles para que hagan su labor tanto como climático, como sobre toda planta y criatura. De ella venimos y hacia ella vamos. Ya que nuestro cuerpo está formado de la misma tierra y nuestro deber es armonizar con ella durante el Día, y conectarnos cono nuestro Padre Celestial durante la noche.
Tanto
la Madre Celestial como nuestro señor Jesús entre sus
características podemos nombrar que “su aroma” huele como a
flores, como por ejemplo: El jazmín. Así nos podemos dar cuenta
cuando pasan cerca nuestro, o están en contacto con nosotros de
forma espiritual, tanto ellos como sus ángeles fieles que los
sirven, a diferencia de los “espíritus rebeldes del mal”, que
huelen azufre y toman apariencia corpórea similar a una sombra.
Nuestra “Madre Terrenal” ordena a los ángeles y sus
distintas jerarquías para que cada uno “ayude” en su laboral, en
perfecta armonía, ordenando así los mundos que habitan los seres.
Dando movimiento así a los espíritus de este y otros mundos. Por
ejemplo, el Árcangel Uriel suele intervenir en los eventos
volcánicos, pero eso no significa que no pueda realizar otra tarea
distinta.
Nuestra Madre nos cuida y espera que conectemos con
ella, el padre y nuestro señor Jesús, con el fin de que
evolucionemos como seres y logremos volver a ellos, dejando así
nuestra vida pecadora pasada atrás, hasta que podamos abandonar este
planeta-carcel llamado “Tierra”, que no es otra cosa que “El
Infierno”, o planeta donde van los seres que se han rebelado a
Dios, durante el engaño de “Lucifer” y su rebelión de los
cielos. En su soberbia, quiso ser como Dios y engaño a muchos seres,
los cuales tenemos como meta volver hacia los brazos de nuestros
padres. Los que nos dieron vida, en su misericordia esperan que
volvamos, y así ser “verdaderos hijos de Dios”, bendecidos en
gran forma. Jesús nos enseño los pasos a seguir para volver al
Padre y como debemos alejarnos del pecado. Primeramente
alimentandonos de forma adecuada, siendo que Dios nos provee de todo
lo que necesitamos, sobre todo frutos y plantas que nos sirven en la
mesa de Dios, para así alimentarnos con comida viva; comida que ha
sido bendecida por Dios, donde los ángeles del padre intervienen y
así ingerir alimento con nutrientes vivos, que no han tocado el
fuego de la muerte, que destruye así los nutrientes. Así como nos
dice en Génesis 1:29 "Entonces
Elohim dijo: '¡Miren! Por toda la tierra Yo les doy como comida toda
planta que lleve semilla y todo árbol con fruto que lleve semilla”.
1:30 “Y a todo animal salvaje de la tierra, y a las criaturas que
vuelan en el cielo y a toda criatura que se arrastra en la tierra, en
la cual hay el aliento de vida, les estoy dando como comida toda
clase de planta verde.' Y así es como fue” (Ver también
“Evangelio Apócrifo de Juan)
https://es.wikipedia.org/wiki/Evangelio_ap%C3%B3crifo_de_Juan
(Ver
también: “El libro de la paz de los Esenios” de Edmon Bordeaux
Székely) https://www.conocimientodesimismo.uno/2001-2/
Es necesario que lean esos libros para comprender mejor el significado del no consumir “carne” o comida “cocida sobre fuego”. También considero que hay que tomar lectura de “El pastor de Hermas”, “El evangelio de la sabiduría de San Valentino” y “El evangelio Cátaro de Pseudo-Juan”, para dar un paso más en el conocimiento sobre Nuestra Madre.
En nuestro proceso de conexión hacia la madre, debemos estar en contacto con la naturaleza, ver como funciona el crecimiento de los seres vivos. Conectarnos con plantas, árboles (que son nuestros hermanos desde la antigüedad), y la tierra misma. Cada ángel hijo de nuestra madre cumple un rol fundamental en nuestro planeta, cada uno según el ordenamiento de perfección. Entre nuestros hermanos, tenemos a el ángel del agua, al ángel del aire, al ángel de los rayos de la luz del sol, al ángel de la tierra, así como también ángeles del Padre Celestial, como ser: el ángel del amor, el de la sabiduría, el de la vida, el de la alegría, el de la bondad, y muchos tantos ángeles que hacen el labor según el mandato del padre, para que en su orden y armonía, lleven a cabo la voluntad de Nuestro Padre Celestial. Es por ello, que debemos tomar un tiempo y conectarnos con la madre, a solas y en un proceso parecido a la meditación, pero sin meditar… debemos conectarnos con Nuestra Madre y con el entorno natural, obviando los sentimientos y pensamientos, que pueden confundirnos, sino conectando nuestro espíritu con la vida misma, con Nuestra Madre y sus ángeles fieles, durante el día, y orando a Nuestro Padre Celestial, durante la noche. También orando hacia nuestro señor Jesús para que nos limpie de pecados; abogue por nosotros ante el Padre Celestial y que nos guíe en el camino hacia el Padre Celestial. No es un camino fácil y requiere de varios pasos a seguir, entre ellos varios ayunos que son bien explicados en “El Libro de la paz de los Esenios”, que va de forma progresiva, pero que con ayuda de Dios podremos lograr en nuestro camino hacia la evolución”.
Nuestra
Madre nos
ama, y así como el Padre Celestial y nuestro señor Jesús, espera
nuestro regreso a nuestras raíces, a nuestro origen, que volvamos
hacia ellos. Y en su inmensa misericordia espera por
nosotros.
Nuestra Madre durante la época que Jesús tomó el
trabajo de encarnar aquí en la tierra, siguiendo la voluntad del
Padre, tomó un papel relevante en las mujeres que acompañaron a
Jesús, como ser María, Tabita, María Magdalena, y demás mujeres
que tuvieron al “Espíritu Santo”, posado sobre ellas, tanto como
los apóstoles de Jesús, que lo recibieron, al partir Jesús, para
así poder actuar nuestra madre, brindándoles la sabiduría
espiritual, como el consuelo en la lucha por evangelizar a la
humanidad.
Nuestra Madre, junto con el Padre Celestial y
nuestro señor Jesús ha intentado comunicarse con el ser humano
desde que éste cayo en pecado de muerte, a través de los engaños
de Satanás, de enfermedades y muerte; pero el ser humano en su
ingenuidad, otras veces por ignorancia y otras veces por rodearse de
bestias, ha cometido pecado y se ha alejado así de sus verdaderos
padres, llevando su existencia a un estado donde el azar y la
mortandad continúan su camino. Donde los seres humanos han combatido
a muerte unos con otros, olvidándose su origen y su objetivo
principal de su existencia, que es volver con Dios y ser parte de la
familia celestial, como hijos que somos. En este párrafo, vuelvo a
hacer referencia al “Evangelio Apócrifo de Juan”, que en sabias
palabras nos explica como el ser humano fue corrompido desde el
principio y llevándolo a conductas salvajes e infrahumanos, donde
fueron peleándose unos con otros hacia la muerte. Entonces, Moisés
tuvo lástima por ellos, y en su misericordia les permitió comer
carne de animales, pero éstos, a pesar de todo, siguieron no sólo
matando animales y consumiendo alimento muerto, sino que también se
llenaron las manos de sangre por sus pares humanos, matándose unos
con otros, lamentablemente.
En
otro tiempo, nuestros hermanos árboles eran nuestros hermanos y
habitaban con nosotros, pero los humanos, por seguir sus malos
pensamientos y pecados, han olvidado su origen, su historia y han
perdido los hilos de su presente y de su futuro. No saben de donde
vienen y hacia donde van; solo nacen y mueren en un círculo vicioso,
que no es infinito, sino que cada vez que volvemos a nacer, perdemos
una oportunidad de perdón de nuestros padres, hasta que finalmente
el ser humano es condenado por la eternidad. Para evitar ello, no
debemos perder ninguna oportunidad de misericordia que Dios nos da.
No permitamos que por el pecado, perdamos nuestra memoria de nuestra
vida pasada, y nuestra alma sea condenada al infierno atroz. En esos
nuevos comienzos nuestros seres queridos irán cumpliendo distinto
roles, de pasar de hijos a padres o esposos, nietos, sobrinos etc.
Sólo que no lo recordarán.
Nuestro lugar, está con Dios.
Hacia ahí debemos ir. Nuestro camino es volver y retomar el
equilibrio perfecto que Dios ha puesto en su ordenamiento con todos
los seres vivientes y en continua armonía. Es así que el mundo
puede continuar. Respetando las leyes de Dios inscriptas en nuestros
corazones, en nuestro espíritu. Y cuidar nuestro cuerpo, nuestro
templo que nuestra madre nos dió para que lo cuidemos y conformemos
un lugar digno de recibir al señor. Debemos mantener nuestro cuerpo
limpio no sólo de malos pensamientos y pecados, sino libre de
enfermedades e inmundicias. Para ello debemos alimentarnos de la mesa
de Dios, con los frutos y plantas que el nos da. Así inmunizarnos
naturalmente y conectarnos con el espíritu de Dios. Estar en
comunión con Dios y su espíritu.
Debemos aprender, que menos
es más. Necesitamos olvidarnos todo lo aprendido, todo lo social y
cultural, las tradiciones y liberarnos. Necesitamos ser simples,
humildes, honestos y guiarnos por lo que el espíritu dice, en
nuestro profundidad, lejos de prejuicios, lejos del razonamiento
humano, sino moviéndonos con la sabiduría de Dios. Ellos saben lo
que es mejor para nosotros, y desde nuestro interior saben guiarnos
si los escuchamos. Ya decía Jesús, que si alguien lo oye, el
vendría y habitaría con nosotros y comería en nuestra mesa.
Debemos ser lo más simple posible, humildes, sencillos pero no dejar
de ser astutos para caer en el engaño de espíritus impíos, sino
ser pacíficos, misericordiosos; con templanza, simpleza y amor.
Debemos olvidarnos movernos según nuestros pensamientos o deseos
carnales, incluso sentimientos, que pueden llegar a confundirnos.
Debemos abrir nuestro corazón, nuestras mentes y nuestro espíritu
hacia la voz de nuestros padres, de nuestro hermano mayor, y
escucharlos lo que tienen para decirnos. Como por ejemplo, comer
cuando nuestro espíritu nos diga que debemos comer, en armonía con
el ángel del apetito, el ángel del agua y del aire. No cuando
nuestros pensamientos nos motivan a comer, en horario ya pautados y
específicos. Tampoco llenarnos demasiado de comida, porque Satanás
estará ahí para influenciarnos y que sigamos alimentándonos, aún
sin hambre ni sed. Debemos ser inteligentes y movernos con el
espíritu. Abrir el oído a Dios, y escucharlo. El sabrá que es lo
mejor para nuestro cuerpo, para nuestra vida. Y en su mesa, siempre
estamos invitados. Por eso, Jesús siempre iba a un lugar apartado y
oraba hacia el Padre Celestial. Y decía que el conocía al Padre y
que de él salió y hacia él iba a volver. Que todo lo que aprendió,
lo aprendió del mismo Padre, de su esencia. También la parábola
que decía que el niño es criado por su madre, bebiendo de su pecho,
pero cuando ya se hizo grande y fuerte, va hacia el padre, y hace lo
que de él aprendió. También nosotros para evolucionar, debemos
conectarnos primero con nuestra madre y luego cuando ya seamos
adultos y hayamos aprendido sus leyes, ahí podremos volver hacia el
Padre, y aprender también de el; sin dejar de pedir también la guía
de nuestro santo señor Jesús, que es nuestro hermano mayor, y el
primer hijo concebido por el Padre. Jesús es la verdad, el camino y
la vida.
Llegará un tiempo en que Nuestra Madre, vendrá por
nosotros y encarnará así como nuestro señor Jesucristo encarno en
su tiempo hace más de 2000 años. Ella vendrá para buscarnos, para
ayudarnos a evolucionar y volver junto al padre y nuestro hermano
mayor, el santo de Dios, el Amen. Y esperar el regreso de su hijo,
que vendrá con toda su gloria para gobernar la tierra, en la segunda
venida. Y así seremos sus consiervos, sus hermanos e hijos, de
nuestro Padre Celestial. Y nuestro señor gobernará junto a
nosotros, en su templo sagrado.
Arrepintámonos de
nuestros pecados…
Que los tres nos esperan...
¿Qué
esperamos para volver junto a ellos?
Y en toda su misericordia,
seremos perdonados!
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